ELSA BORNEMANN
Un 24 de mayo de 2013, muere Elsa
Bornemann, una de las escritoras ícono de la literatura infantil en la
Argentina y en América latina.
La editorial Alfaguara
infantil y juvenil de la Argentina, en su página de
facebook, informó: "Queridos amigos, colegas y
lectores, queremos compartir con ustedes la triste partida de ELSA BORNEMANN.
Con su muerte se va una de las escritoras de Literatura Infantil y Juvenil más
importantes y queridas de Latinoamérica. Como sus editores y amigos, lamentamos
profundamente esta gran pérdida. Siguen con nosotros su obra y su recuerdo, que
nos acompañarán siempre".
Bornemann había nacido el
15 de febrero de 1952 en Buenos Aires. Escribió cuentos, canciones, novelas y
piezas teatrales para niños y jóvenes. Se graduó como Profesora en Letras en la
Universidad Nacional de Buenos Aires.
Durante la última
dictadura militar su libro "Un elefante ocupa mucho espacio" fue
censurado y pasó a integrar la lista de autores prohibidos. Ese mismo cuento
fue galardonado con la Lista de Honor del Premio Internacional Hans Christian
Andersen otorgado por IBBY (International Board on Books for Young People) por
primera vez para un escritor argentino, Es un libro muy lindo que
recuerdo haber compartido con mi hija", comenta. "Los personajes
hacen cosas contra la corriente. Eso molestó en algún momento en la
Argentina".
Bornemann
fue, también, una incansable trabajadora por la educación: con su formación de
maestra nacional y profesora en letras recorrió América, Europa y Japón
dictando talleres literarios.
Entre otros, se menciona también "El libro de los chicos
enamorados", que formó parte de los Cinco Mejores Libros Escritos en
Idioma Castellano, según el Banco del Libro de Caracas, Venezuela. Entre los
numerosos premios con que se distinguió su trabajo se destacan además el
"San Francisco de Asís" por "toda su obra en beneficio de la
infancia".
Por su parte, Juan Pablo Caro se basó
en "Pablo", un homenaje a la muerte de Pablo Neruda. "Me impactó
la sensibilidad y lo visual de todo el cuento, pero en especial me conmovió el
fragmento que narra que el día en que murió Neruda la gente se quedó muda y las
palabras salieron de sus bocas y volaron en cortejo hacia su casa para
despedirlo", explica. "Pablo" (Un elefante ocupa mucho
espacio), ilustrado por Juan Pablo Caro. Tintas y lápiz sobre papel
Un relato de su muerte:
Por Sonia M. Saracho - Profesora de Letras y actriz.
Son casi las 20 hs de una tarde increíble. Estamos en el aula, esperando que EDET nos dé nuevamente luz. Una luna redonda como un pan casero nos acompaña. Esperamos el inicio del acto del 25 de mayo.
De pronto, se me acerca una alumna, alcanzo a adivinar el rostro de Andrea en la oscuridad, apenas atenuada con la luz de la pantalla de su celular. No me dice nada, sólo pone la pantalla delante de mis ojos. Alcanzo a leer :"murió Elsa Bornemann". Me quedo helada. Ayer, en clase, leímos "Pablo", un cuento terriblemente conmovedor: el día que murió el poeta, los pescadores perdieron las palabras, y también las mujeres, los jóvenes, los niños. Todas las palabras se fueron alborotadas a la casa de Pablo, y entraron por la chimenea, por las cerraduras, por las ventanas y las puertas.Pienso en la emoción que se generó en clase mientras leíamos ese cuento que habla de la belleza de las palabras, y que ella escribió como homenaje a Pablo Neruda. Ayer nomás, les contaba a mis alumnos que cuando murió Neruda, las paredes amanecieron cubiertas con sus versos, con palabras que recordaban al poeta. Algunos, desafiando el miedo, la muerte y el toque de queda de la dictadura de Pinochet, se animaron a escribir sus palabras. Ahora digo, habría que salir a pintar las paredes con las palabras de Elsa Bornemann.
Pienso en los poemas y las historias que Elsa Bornemann derramaba con sus manos, pienso en todos los chicos y grandes que aprendimos a pensar en la libertad, en nuestros derechos, en el amor, en la justicia, en la guerra, y también en la belleza, la solidaridad, la esperanza, solamente con tus palabras. Y es que Elsa escribía para conmovernos, para emocionarnos, para despertarnos.
Quién no recuerda a Víctor que organizó una huelga en el circo y le valió el decreto de prohibición de la Dictadura Argentina a su libro "Un elefante ocupa mucho espacio"; a Gaspar que eligió caminar con las manos porque total ninguna ley lo impedía; quién no se reencontró con sus primeros amores en el "Libro de los chicos enamorados" o en "No somos irrompibles"; quién no recuerda "Mil grullas", "El espejo distraído", "Disparatario", "El niño envuelto", quién no tembló de miedo con "¡Socorro!" O con"Queridos mounstros". Por ahí andan "Lisa de los paraguas", y sus libros de poemas para chicos "Corazonadas", "Sol de noche". Tus palabras Elsa, tus historias, nutrieron los sueños de tantos chicos argentinos. Tus palabras, Elsa, circulan por las casas y las aulas de nuestro país. Tus palabras Elsa, fueron un pasaje a mundos extraordinarios, y así como los personajes de tu cuento, yo también los invito a seguir la palabra 'mar', maravillados por esas tres letras verdes ondulando en la tarde... o la palabra 'sol' partida en gajos de una enorme naranja
.
De pronto, se me acerca una alumna, alcanzo a adivinar el rostro de Andrea en la oscuridad, apenas atenuada con la luz de la pantalla de su celular. No me dice nada, sólo pone la pantalla delante de mis ojos. Alcanzo a leer :"murió Elsa Bornemann". Me quedo helada. Ayer, en clase, leímos "Pablo", un cuento terriblemente conmovedor: el día que murió el poeta, los pescadores perdieron las palabras, y también las mujeres, los jóvenes, los niños. Todas las palabras se fueron alborotadas a la casa de Pablo, y entraron por la chimenea, por las cerraduras, por las ventanas y las puertas.Pienso en la emoción que se generó en clase mientras leíamos ese cuento que habla de la belleza de las palabras, y que ella escribió como homenaje a Pablo Neruda. Ayer nomás, les contaba a mis alumnos que cuando murió Neruda, las paredes amanecieron cubiertas con sus versos, con palabras que recordaban al poeta. Algunos, desafiando el miedo, la muerte y el toque de queda de la dictadura de Pinochet, se animaron a escribir sus palabras. Ahora digo, habría que salir a pintar las paredes con las palabras de Elsa Bornemann.
Pienso en los poemas y las historias que Elsa Bornemann derramaba con sus manos, pienso en todos los chicos y grandes que aprendimos a pensar en la libertad, en nuestros derechos, en el amor, en la justicia, en la guerra, y también en la belleza, la solidaridad, la esperanza, solamente con tus palabras. Y es que Elsa escribía para conmovernos, para emocionarnos, para despertarnos.
Quién no recuerda a Víctor que organizó una huelga en el circo y le valió el decreto de prohibición de la Dictadura Argentina a su libro "Un elefante ocupa mucho espacio"; a Gaspar que eligió caminar con las manos porque total ninguna ley lo impedía; quién no se reencontró con sus primeros amores en el "Libro de los chicos enamorados" o en "No somos irrompibles"; quién no recuerda "Mil grullas", "El espejo distraído", "Disparatario", "El niño envuelto", quién no tembló de miedo con "¡Socorro!" O con"Queridos mounstros". Por ahí andan "Lisa de los paraguas", y sus libros de poemas para chicos "Corazonadas", "Sol de noche". Tus palabras Elsa, tus historias, nutrieron los sueños de tantos chicos argentinos. Tus palabras, Elsa, circulan por las casas y las aulas de nuestro país. Tus palabras Elsa, fueron un pasaje a mundos extraordinarios, y así como los personajes de tu cuento, yo también los invito a seguir la palabra 'mar', maravillados por esas tres letras verdes ondulando en la tarde... o la palabra 'sol' partida en gajos de una enorme naranja
.
Para escuchar:
"PABLO" de Elsa Bornemann
Autor: Elsa Bornemann
Narrador Invitado: Fernando Rabih
El pueblo se llamaba…
Chato y polvoriento, recostado frente al mar, era una cinta de arena y piedra oscura.
Sus habitantes echaron a rodar esa mañana de primavera como una moneda más, sin notar en ella nada diferente.
Al mediodía, la gente se arremolinó en el mercado del puerto, como tantas otras veces.
Aquello sucedió por la tarde. El silbato de un tren pasando a lo lejos fue el sonido que señaló el principio. Justo en ese momento, los pescadores quedaron con las bocas abiertas, mientras cantaban recogiendo sus redes. Y de sus bocas ya no salió ninguna palabra. Lo mismo les sucedió a los vendedores del mercado…
A las mujeres en sus cocinas…
A los viejos en sus sillas…
A los estudiantes en sus aulas…
A los más chicos en sus juegos…
Por más que intentaron, ninguno pudo decir ni siquiera una sílaba. Las caras se esforzaron, sorprendidas, una y otra vez. Fue inútil.
El silencio fue un poncho abierto oscureciendo al pueblo ¿qué pasaba?
De pronto, vieron cómo cinco, diez, cuarenta, cien, dos mil palabras saltaban al aire desde sus bocas silenciosas, tomando extrañas formas. Y tras ellas fueron, amontonándose en desordenada carrera, sin saber adónde los llevaría ese rumbo sur que señalaban.
Hubo quienes siguieron a la palabra “mar”, maravillados por esas tres letras verdes ondulando en la tarde…
Otros prefirieron marchar tras la palabra “sol”, partida en gajo de una enorme naranja…
Algunos se decidieron por la palabra “caracol”… o “viento”… o “telar”… o “mariposa”… o “cebolla”… o “vino”…o…
Pero la que congregó la mayor cantidad de caminantes fue la palabra “PAZ”. Ésa sí que deslumbraba, con una amplia zeta abierta como la cola de un pavo real…
No les fue posible seguir cada una en especial. Las palabras eran tantas, tantas, que muchísimas debieron volar en soledad, chocando entre sí en su afán de llegar primero a… ¿adónde?
Pronto lo supieron. La gente detuvo sus pasos ante una casa grande, mirando con sorpresa cómo por la chimenea, por las ventanas, por puertas y cerraduras, todas las palabras se precipitaban convertidas en una fantástica lluvia de letras.
Llovió durante un largo rato.
Entonces entendieron lo que había sucedido y un temblor los unió. Ésa era la casa de Pablo, el poeta, el hermano del amor y la madera, amigo de paraguas y copihues, caminador de muelles y de inviernos, timonel del velero de los pobres, voz de los tristes, de piedras y olvidados…
Ésa era la casa de Pablo, que acababa de morir…
Las palabras habían perdido su ángel guardián, su domador, su padre, su sembrador…
Ellas lo sabían… Por eso habían sentido su adiós antes que nadie y habían disparado en cortejo, para besar esa boca que ya no volvería a cantarlas…
La noche no se animaba aún a desarrollarse cuando dejó de llover. En ese instante, una niña desconocida salió de la casa de Pablo.
Su vestido blanco fue un punto de azúcar luminoso en la oscuridad. Su pelo en llamas se abrió en antorchas alrededor de su cabeza.
Entonces gritó “¡vida!” y la gente de aquel pueblo que se llamaba… atajó la palabra en movimiento y gritó “¡vida!”.
Entonces gritó “¡Tierra!” y un aullido coreado por todos rajó la noche: “¡Tierra!” Y gritó “¡aire!”… y “¡agua!”… y “¡fuego!”… a la par que de sus manos salían todas las palabras de Pablo, mágicas uvas que repartió entre los que estaban agazapados en torno a ella.
Y esas uvas se unieron nuevamente en ramos verdes…
Y los versos de Pablo se repitieron una y otra vez…
Y se siguieron cantando una y otra vez…
Y retumbaron como tambores en escuelas y carpinterías, en bosques y mediodías, en trenes y bocacalles, en ruinas y naufragios, en eclipses y sueños, en alegrías y cenizas, en olas y guitarras, en ahoras y mañanas… una y otra vez… una y otra vez… una y otra vez… una y otra vez…
Autores provinciales
Autores provinciales
La mazamorra
La mazamorra, sabes
Es el pan de los pobres
Y leche de las madres
Con los senos vacíos
Yo le beso las manos
Al Inca Viracocha
Porque inventó el maíz
Y enseño su cultivo
En una artesa viene
Para unir la familia
Saludada por viejos,
Festejada por niños
Allá donde las cabras
Remontan en silencio
Y el hambre es una nube
Con las alas de trigo
Todo es hermoso en ella,
La mazorca madura
Que desgrana en noches
De vientos campesinos
El mortero y la maza
Con trenzas sobre el hombro
Que entre los granos mezcla
Rubores y suspiros
Si la quieres perfecta
Busca un cuenco de barro
Y espésala con leves
Ademanes prolijos
Del mecedor cortados
De ramas de la higuera
Que la siesta da sombras
Benteveos e higos.
Y si quieres, agrégale
Una pizca de cenizas de jume
Esa planta que resume
Los desiertos salinos
Y deja que la llama
Le transmita su fuerza
Hasta que adquiera un tinte
Levemente ambarino.
Cuando la comes sientes
Que el pueblo te acompaña
A lo largo de valles,
Por recodos de ríos
Cuando la comes, sientes
Que la tierra es tu madre
Mas que la anciana triste
Que espera en el camino
Tu regreso del campo
Es madre de tu madre
Y su rostro es una piedra
Trabajada por siglos.
Hay ciudades que ignoran
Su gusto americano
Y muchos que olvidaron
Su sabor argentino
Pero ella será siempre
Lo que fue para el Inca
Nodriza de los pobres
En el páramo andino
La noche que fusilen
Poetas y cantores
Por haber traicionado
Por haber corrompido
La música y el polen,
Los pájaros y el fuego
Quizás a mí me salven
Estos versos que digo.
Es el pan de los pobres
Y leche de las madres
Con los senos vacíos
Yo le beso las manos
Al Inca Viracocha
Porque inventó el maíz
Y enseño su cultivo
En una artesa viene
Para unir la familia
Saludada por viejos,
Festejada por niños
Allá donde las cabras
Remontan en silencio
Y el hambre es una nube
Con las alas de trigo
Todo es hermoso en ella,
La mazorca madura
Que desgrana en noches
De vientos campesinos
El mortero y la maza
Con trenzas sobre el hombro
Que entre los granos mezcla
Rubores y suspiros
Si la quieres perfecta
Busca un cuenco de barro
Y espésala con leves
Ademanes prolijos
Del mecedor cortados
De ramas de la higuera
Que la siesta da sombras
Benteveos e higos.
Y si quieres, agrégale
Una pizca de cenizas de jume
Esa planta que resume
Los desiertos salinos
Y deja que la llama
Le transmita su fuerza
Hasta que adquiera un tinte
Levemente ambarino.
Cuando la comes sientes
Que el pueblo te acompaña
A lo largo de valles,
Por recodos de ríos
Cuando la comes, sientes
Que la tierra es tu madre
Mas que la anciana triste
Que espera en el camino
Tu regreso del campo
Es madre de tu madre
Y su rostro es una piedra
Trabajada por siglos.
Hay ciudades que ignoran
Su gusto americano
Y muchos que olvidaron
Su sabor argentino
Pero ella será siempre
Lo que fue para el Inca
Nodriza de los pobres
En el páramo andino
La noche que fusilen
Poetas y cantores
Por haber traicionado
Por haber corrompido
La música y el polen,
Los pájaros y el fuego
Quizás a mí me salven
Estos versos que digo.
Don Antonio Esteban Aguero, poeta de Merlo San Luis, quiza estos versos que escribio y musicalizo Peteco Carabajal, lo salven la noche que fusilen poetas y cantores.-
Entre las fotos aparece Jorge "Coco" Altamirano, uno de los mayores cultores de la poesia de Aguero.-
Entre las fotos aparece Jorge "Coco" Altamirano, uno de los mayores cultores de la poesia de Aguero.-